Mi historia de gordita, por Natalia

He perdido la cuenta de las veces que paso junto a los espejos de las tiendas y huyo sin voltear, mientras que otras se la viven mirándose, yo usualmente… escapo. 

Hay muchas historias y anécdotas escondidas detrás de una sonrisa o de una cara que transmite confianza en sí misma, entre ellas hay un nudo de inseguridades y miedos. 

He crecido escuchando todos los comentarios posibles sobre mi aspecto, tanto negativos como positivos, tampoco seré extremista y dramática. Pero lo que pasa, es que siempre dejo que me marquen más las opiniones crueles y sin sentido, que aquellas palabras que buscan acariciar el alma.

Me quiero y me valoro, claro, pero por momentos eso se vuelve difícil ¿saben? Es un trabajo diario que aveces dejo de lado o aveces olvido, mi tarea no está terminada. 

Y lo comprobé recientemente; hace unos meses mientras trabajaba en un restaurante, recuerdo que llegó un señor para sentarse en la barra, de esos que no paran de hablar, pero yo me mantuve ocupada en mis cosas. Al irse, por la prisa, no quedaba de otra más que ir a cobrarle y sin recato alguno, delante de varios me dijo: “tú estás gorda, deberías adelgazar, digo solo comento”. 

Sentí un vacío y sentimientos revueltos al no poder responder porque era un cliente y no se podía, o mejor dicho, se me heló tanto la sangre que me congelé por completo con tan inesperado comentario.

Por días me sentí otra, no podía verme al espejo, no quería otra vez, y me preguntaba ¿por qué la gente creía que podía emitir sus comentarios sin ser requeridos? Pero saben el problema no solo es esa clase de gente, el mayor problema fui yo, por dejarme vencer y hacer sentir mal por un juicio emitido por una persona, que al final, necesita decir lo que piensa sin filtro para sentir que importa. 

Y desde ese momento, intento darle más importancia a los comentarios positivos que recibo, pero principalmente a verme con más amor, para no volver a permitir que un momento así me lastime.