Me considero una persona peculiar, así que estoy acostumbrada a un par de miradas, aún en mi México. Pero poco a poco he sentido que esas miradas me pesan, me hacen mella y son parte de esos reproches que me han llevado a verme y tratarme con tanto desamor.
Cuando alguien me mira por la calle, pasan mil pensamientos por mi cabeza: “¿Qué hace aquí? Que se vaya a su país”, “Está muy gorda para traer esa ropa”, “Debería de dejar de comer esa hamburguesa que tiene en la mano”, “¿Será niña o grande?”, “¿Por qué no habla inglés?”.
Lo peor del caso es que nadie me ha hecho un comentario en la vida real, solamente es mi cabeza haciendo una novela de cada mirada, pero ¿es real? La respuesta es ¡NO! Estos diálogos internos son el resultado de lo que me reprocho a mi misma, lo que me juzgo y lo que yo solita me he hecho creer.
En este proceso, he aprendido que sólo podemos transformar lo que somos capaces de reconocer, así que mi primer paso fue ese, aceptar que esos reproches existen en mí.
Identificarlos me ha ayudado a ponerme un alto, es como si trajera un control remoto y cuando esa vocecita empieza a hacer la novela le pongo stop! Callar esa voz negativa y cruel me ha permitido verme con una mirada más amorosa, más compasiva y a reconocer que hay mil cosas en mí que son hermosas.
El peor juez siempre será uno mismo, tú lo has dicho, «nadie te ha dicho nada»; realmente somos nosotros mismos los que nos señalamos. Quizás si empezamos a ver a los demás con los mismos ojos que nos gustaría que nos viesen a nosotros, todo podría cambiar, ya no seríamos tan exigentes con nosotros mismos y aceptarnos sería mucho más fácil. un abrazo Gina.
Si eso me pasa my seguido a mi!! Y cuando pienso que ya tengo 41 es peor . Que ya no tendre remedio 😔