Semana 24

Esta semana cumplo 6 meses que dejé de tomar Coca-Cola y tengo tan sorprendido a mi esposo, que dice que parece que me hipnotizaron para que me dejara de gustar.

No me mal interpreten, no seré de esas personas que satanizan todo lo que no sea «saludable», pero mi obsesión por la Coca-Cola rebasaba los límites de lo «normal». El día que había una botella en mi refrigerador, yo babeaba todo el día, me sentía ansiosa y perdía el tiempo pensando qué iba a comer para que combinara con mi refresco.

Platicando con mis psicóloga, me dijo que muchas veces usamos las cosas, entre ellas la comida, como refugio y nos brindan algo que en ese momento necesitamos; pero que hay que aprender a dejar ir, con gratitud, aquellas que ya cumplieron su cometido.

Así que estoy segura que para mí, la Coca-Cola, representaba algo más que un simple refresco, pero también estoy consiente que, en este momento de mi vida, ya no tiene nada más que aportarme. Es ese salvavidas que ya no necesito, porque ya aprendí a flotar sin él.

A lo mejor es un poco tonta la comparación, pero este es solo un ejemplo de lo que tengo que aprender a soltar; hay costumbres, personas, creencias, que en algún momento fueron lo justo y necesario para mí, pero que ahora, ya no aportan nada positivo a mis días, algunas duelen, me dañan y este… es el momento de dejarlas ir.