El lunes comenzaré a comer bien, el lunes ahora sí sin pretextos voy al gimnasio, el lunes leeré ese libro que compré hace semanas, el lunes haré eso que tengo pendiente, bueno en sí, todos los pendientes son para el lunes.
No sé ustedes, pero algo así suena la planeación de mi semana todos los domingos, soñando con lo maravillosa y productiva que será. Y digo soñar, porque en mi cabeza todo saldrá perfecto, sin contratiempos y “obviamente”, si estoy tan motivada hoy domingo, ¿por qué no me duraría la motivación hasta mañana?
La realidad es que llegando el lunes, la mitad o todo lo que planee no sucede. El lunes pesa, la flojera es extrema y todo parece más complicado de lo que parecía a ayer; ¿comer bien? Ay estoy muy cansada necesito energías, ¿ir al gimnasio? Voy mañana, hoy no me da tiempo, ¿terminar todos los pendientes? Mejor en la semana los voy terminando.
Lo peor de todo, es que hay una idea irracional que me ronda, la cual descalifica el resto de los días y dice que hay cosas que si no las logré en lunes, ya valió toda la semana, y hasta el siguiente lunes será mi próxima oportunidad.
Haciendo conciencia de cómo caigo una y mil veces en mi propio juego, decidí cambiar la estrategia y convertir los domingos en días de acción en lugar de planeación; principalmente en el tema de alimentación y ejercicio.
Así que el domingo que me cacho tan motivada planeando mi regreso triunfal de lunes al gimnasio, en ese momento hago ejercicio; de igual manera con la comida, cuando me cacho recordándome los motivos por los que inicié este proceso y jurándome a mí misma que “mañana lunes retomo la dieta”, aprovecho esa conciencia para alimentarme bien.
Esto me rompe el esquema por completo; y aunque yo sé que nos encanta descansar los domingos de todo el agobio de la semana; hacer estos pequeños cambios me han ayudado a iniciar la semana de mejor manera, sabiendo que antes de que comience el juego, yo ya le llevo la partida ganada.