Semana 41

Esta semana ha sido un sube y baja de emociones, la felicidad y los nervios por el viaje en puerta se me han ido amontonando poco a poco.

Dicen por ahí que los viajes se viven tres veces: cuando los soñamos, cuando los vivimos y cuando los recordamos. Así que en esta primera etapa de soñar, obviamente me imaginaba de turista con cuerpo de modelo, o bueno algo parecido. 

Era muy claro, para lograr verme como me lo estaba imaginando, tenía que bajar al menos 5 kilos a como diera lugar; así que me puse muy aplicada, según yo, para poder cumplirlo.

Comencé a ser mas cumplida en el gimnasio, me pasé horas revisando videos de yoga para encontrar alguno de nivel principiante -1 y lo incluí en mi rutina del día, bajé una aplicación para poder registrar los alimentos que consumía y así saber cuantas calorías estaba comiendo; vaya me convertí en una mujer desquiciada contando las calorías hasta de lo que respiraba. 

Conforme pasó el tiempo, cada vez estaba más presionada, porque a pesar de mis intentos por controlar todo, ¡NO ESTABA BAJANDO DE PESO! 

El enojo, la frustración, las calorías, los reproches, ¡deja de comer pan Gina!, el gimnasio, el cansancio, mis enemigas la báscula y la cinta métrica; todo se estaba acumulando y tal cual olla de presión, sentí que iba a explotar.

Me di cuenta cómo es que estaba dejando de disfrutar el viaje desde antes de irme, viaje con el que mi esposo y yo hemos soñado despiertos por años, y todo por no ir con el peso que me había propuesto.

Así que decidí bajarle dos rayitas a mi intensidad, porque sí, está bien ser disciplinada y poner todas mis energías para alcanzar lo que quiero, pero sin olvidar que no es la meta, sino el camino y cuando no se disfruta, no tiene sentido.

Así que ahí te voy, mi tan esperado viaje, solamente con 500 gramos menos, pero con muchísimas ganas de disfrutar.