Semana 42

Platicando con mi nutrióloga, le comenté que quería hacer un cambio en mi alimentación, ya que me sentía un poco estancada. Y aquí debo confesar que al inicio yo fui muy clara y le pedí que me enseñara a comer de forma saludable, en lugar de imponerme una dieta restrictiva. 

Mis nuevos hábitos alimenticios, a pesar de no hacerme perder los miles de kilos, han sido de gran beneficio para mi salud. Los malestares de gastritis y colitis los había sufrido por tantos años y se habían vuelto tan habituales, que parecían ya un estilo de vida. Siempre inflamada, con dolor, indigestión y otras tantas veces estreñimiento por varios días acompañado de migrañas intensas.

Y podría decir que todos esos beneficios no se ven, al menos no ante los ojos de los demás, y mientras bajar de peso pareciera una carrera de obstáculos, los cuales intento cruzar, con muy poca gracia. 

Esto ha desatado opiniones por aquí por allá de gente, que con su mejor intención, busca ayudarme, recomendándome la dieta ideal, el producto perfecto, el ejercicio eficaz y demás.

Y no falta quien critica; que si no comes carbohidratos o si te permites alguno al día, que si no comes azúcar o utilizas un sustituto, que si haces cardio en lugar de yoga o viceversa, que si caminas o corres; aquí lo que sobren son opiniones y es desgastante andar por la vida explicando o justificando lo que se ha decidido hacer para llevar un estilo de vida saludable.

Siendo honesta, creo nadie tiene la verdad absoluta y muchas veces, lo que le sirve a uno no le sirve a alguien más, porque cada cuerpo y metabolismo es diferente, con diferentes necesidades y cada quien con su propio reto por delante. 

Caminos hay muchos y cada quien es libre de elegir el propio y por supuesto, de respetar el de otros.