Semana 47

julio 8, 2019
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Desde hace un tiempo he notado que hay una persona de la que parece que me escondo, la nutrióloga. Pero es que ¿cómo le digo que no he seguido la dieta? 

Es aquí donde me di cuenta que tengo varias ideas al rededor de la nutrióloga, que en lugar de ayudarme, me perjudican:

Idea número 1, la nutrióloga es quien califica que tan bien o mal seguí la dieta; idea número 2, la nutrióloga es como la maestra de primaria que me regañará a gritos por no cumplir con la tarea; idea número 3, cada que como algo que no debo, que es bastante seguido, la nutrióloga se decepciona de mí; idea número 4, la cita con la nutrióloga es como un confesionario donde le tengo que decir todos mis pecados, en este caso, cuantos carbohidratos me comí. 

Estos pensamientos me torturan cada que mi cita se acerca, así que decidí que debía hablarlo con ella directamente y saber el otro lado de la moneda. Sus palabras fueron sencillas y precisas, “soy tu acompañante en el camino de aprender a comer mejor”. 

Debo confesar que siempre había pensado que voy recorriendo este camino sola y que los demás son el público y los jueces, llámense nutrióloga, psicóloga, doctor, familia o amigos.

Pero saber que ella en lugar de estar ahí para juzgar, es una aliada, me ha llenado de motivación y ha cambiado por completo mi forma de sentir en las consultas. 

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