Semana 52

Esta semana me di cuenta que el desayuno es mi comida más importante del día, aunque la razón esté lejos de ser por el concepto de nutrición.

Hace aproximadamente 15 años salí de mi casa por primera vez para estudiar en otra ciudad, y recuerdo que comer sola, era algo deprimente. De pequeña tuve la fortuna de comer en familia y aunque solamente fuera una comida la que compartiéramos juntos, para mí eso significaba unión, pláticas, risas y alguno que otro regaño. Así que estando sola, sentía que no tenía sentido sentarme a la mesa si no tenía con quien compartir el momento.

Han pasado muchos años y sigo comiendo sola, pero hay algo que ha cambiado, el desayuno se ha convertido en una de mis partes favoritas del día y es como un ritual, casi sagrado.

En lo particular la cocina no es mi pasión y lo hago mas por necesidad que por gusto, pero a la hora de desayunar, medito qué se me antoja y me lo preparo con muchísimo placer. Mi especialidad son los huevitos con algo, un juguito o licuado de fruta y si tengo oportunidad, un pancito tostado y un rico cafecito.

Este es mi espacio de la mañana y lo gozo, así que suelto el celular, apago la televisión y preparo la mesa con tanto detalle, como cuando tengo visitas. Porque es un desayuno con esa persona que siempre ha estado para mí en todo momento, me hace reír, me consuela y se ha vuelto mi mejor amiga, yo misma.

Comprendí que pasé de odiar comer sola a disfrutarlo tanto, solamente por el hecho de darle valor a mi propia compañía.