Esta semana una chica me dijo, “te ves muy bien, se nota que estás haciendo ejercicio”, y yo toda nerviosa, no supe que decir.
Muy cerca de mi casa, hay una cafetería que se ha vuelto mi rincón favorito para platicar o para distraerme después de un día pesado, así que por lo regular, cuando llego, saludo a una de las baristas que también es latina y justamente de ella es de quién recibí tan agradable comentario.
¿Gracias?, ¿lo estará diciendo en serio o solo por compromiso?, ¿me estará diciendo “menos gorda”, pero aún así gorda? Me impresionó cómo mi mente enseguida comenzó a cuestionar la sinceridad de sus palabras, como si estuviera convencida de que no soy merecedora de un halago, o que si alguien me lo hace es solo por compromiso.
Todo lo contrario a cuando escucho alguna crítica, esas parecieran que son aprobadas y declaradas como verdaderas, sin ninguna duda o filtro de mi parte.
Y es que me he enfocado tanto en restarle valor a los comentarios de los demás, sobre todo aquellos negativos, que me olvidé por completo de los cumplidos y de cómo recibirlos.
Pero creo que parte de reconocerme a mí misma, es aprender que otras personas también pueden ver cosas lindas en mi y aceptarlo con gratitud.