Semana 57

octubre 21, 2019
2 min read

Mi querido y delicioso pancito, hoy he decidido terminar lo nuestro.

Hace algunas citas platicaba con mi psicóloga acerca de ciertos alimentos que por más que quiero evitar, siempre se me antojan. El principal, es el pan de caja blanco, cada que paso por los anaqueles del supermercado, siento que el osito de la envoltura me pide a gritos que me lo coma.

La psicóloga me propuso hacer una dinámica donde, si ese pan en realidad me hablara, ¿qué me diría?

Me diría soy bueno, soy noble, yo nunca te haría daño, soy inocente, muy suavecito, yo siempre te reconfortaré y te llenaré.

Me di cuenta que al describirlo, en lugar de hacerlo como cualquier otro alimento, mencionando su sabor, textura o su olor, yo le estaba poniendo cualidades parecidas a las de una persona. Y que, con todas esas características, es como si se hablara de una necesidad de sentirme a salvo y equivocadamente, estuviera utilizando este alimento como un refugio o un consuelo.

Aún estoy trabajando en esto, pero ahora que estoy consciente de todas mis creencias alrededor de mi «bondadoso» pancito, es el momento ideal para dejar esa relación, para darle un nuevo significado, quitándole esa carga emocional tan grande y aprender a verlo y disfrutarlo como lo que es, un alimento más.

Comments

Ana

Ok acabas de cambiar la vision que tengo de mis alimentos…

jozh

🤪🤪🤪🤪🤪 que locoooo!!

Valeria

Hola Gina! Que buen razonamiento nunca lo había visto así! Voy a intentar plantearme ese ejercicio cada vez que tenga el impulso de comer a lo loco!
Gracias! Un beso!😘

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