Semana 8

Dicen por ahí que el cuerpo grita lo que la boca calla. Y en esta ocasión, mis emociones decidieron hacerse escuchar a través de mi piel, más específico en la cara ¡para que no pueda esconderlo!

Soy una persona reservada, así que mis pensamientos, sentimientos, necesidades e incluso mis planes, son algo que no suelo compartir con facilidad; por lo que publicar este blog ha sido como salir de mi caparazón, el miedo a ser expuesta y juzgada me ha generado muchísima  ansiedad, ya que por primera vez, abrí la puerta para hablar de algo que, al menos para mí, es muy personal.

Amanecí con puntos rojos en la cara, lo primero que me pasó por la mente fue ¿pubertad eres tú? pero a mis 31, creo que no; por lo que corrí a un dermatólogo con una bolsa llena de mis cosméticos, cremas y suplementos; el diagnóstico fue una dermatitis por estrés, así que por 2 semanas cero maquillaje. Si tenía la esperanza de que una buena base iba a ocultar el problema hasta que desapareciera ¡me equivoqué!

Descubrí que tenía años que no dejaba mi departamento sin maquillaje, de alguna manera durante esos años me había convencido que era requisito para verme bien.

No voy a negar que los primeros días fue bastante raro, pero poco a poco me he sentido más cómoda con la cara desmaquillada, un poco más fresca; además invierto menos tiempo al alistarme, cosa que a mi esposo le encanta, ya que en lugar de esperar 2 horas, ahora espera 1; también he recibido comentarios agradables de su parte, que sin duda me levantan el espíritu.

Creo que después de todo, la reacción alérgica llegó para darme algunas lecciones, la primera es que debo aprender a romper mis barreras y decir lo que siento, esto me hace cada vez más libre, aligera la carga y sobre todo me vuelve más leal a mi misma; y la segunda, demostrarme que el maquillaje no es fundamental para verme y sentirme bonita. Vaya que el cuerpo tiene formas de gritar por aceptación y amor propio.